lunes, julio 23, 2007

tomen nota chalacas gonzales


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BLOG "busco novia" de Renato Cisneros.

CRITERIOS DE SELECCIÓN (II): La edad


Buena parte de mi árbol genealógico está plagado de chimpancés coquetos y abusivos que nunca se hicieron dramas por la abismal diferencia cronológica que tenían con sus parejas. Mi abuelo paterno, por ejemplo, le doblaba la edad a mi abuela. Mi papá le llevaba casi veinte años a mi mamá. Mi hermano mayor tiene más de cuarenta y su esposa poco menos de treinta. Tengo un tío de sesenta que se casó con una de sus alumnas, y un primo casi cincuentón que aún flirtea con universitarias. Mi hermano menor bordea los 26, pero su novia aún no tiene DNI. Y como este no es un rasgo de género, sino un leit motiv sanguíneo, mi hermana es 13 años menor que su esposo y hasta tengo una tía cuyo marido tranquilamente podría ser su padre.

Hago este categórico resumen a manera de excusa, porque no quisiera que se me culpe, se me amoneste o lapide por haber cojeado tantas veces del mismo pie que mi parentela. Hoy [sin sacar pecho] admito en este blog que durante mucho, mucho tiempo las adolescentes han ejercido sobre mí una indomable fascinación y un preocupante frenesí. Para que se hagan una idea, mis primeras dos enamoradas aún no terminaban el colegio cuando yo ya sabía lo que era biquear Semiótica en la Facultad.

Horrorícense, si quieren. Pónganme la cruz, llámenme ‘degenarado’. Ya no importa. A lo largo de estos años mis amigos se han encargado de curtir mi pellejo con toda clase de peyorativos sobrenombres: desde el aparentemente inofensivo y común ‘chibolero’ hasta el insufrible ‘pedófilo’, pasando por los manidos ‘robacunas’, ‘rompepampers’ o ‘galán de Nido’. De todos los apelativos que he oído, tal vez el más ingenioso sea el que me achacara un compañero de la Universidad. Él me decía ‘Chalaca Gonzáles’ (nombre de un viejo entrenador de fútbol de menores que continuamente fracasaba cuando dirigía equipos adultos), porque, según él, yo solamente tenía éxito “con las Sub 20”.
Nunca hice hígado ante tal bombardeo de remoquetes porque sabía que en el fondo mis preferencias no tenían nada que ver con un vicio libidinoso o enfermizo, sino que se explicaban –como decía al inicio– a partir de mi pasado familiar y mi mapa genético.

Lo cierto, no lo niego, es que las jovencitas siempre me han resultado magnéticas. Será por su rara mezcla de inocencia, arrebato y necesidad de protección. O será porque no les importa nada, porque no tienen sentido del pudor, porque son aventureras y conchudas, porque se engríen, te inyectan alegría, aprenden de ti, te devuelven cierto entusiasmo perdido. No sé. Hay algo en esa energía, en esa jovialidad colegial, en esas falditas escocesas, en esa pasión tan descarada, que ha sido muy fácil ser sometido por las chiquillas unas varias veces y claudicar ante sus mimos y pataletas infantiles.

Pero tanta adoración y consentimiento se acabó. Lo juro. Palabra de blogger. Me he dado cuenta de que las niñas también suelen ser un dolor de cabeza: disforzadas, volubles, chantajistas, egoístas, imprevisibles. Un día te aman, al otro “están confundidas” y luego te aman otra vez. Quién las entiende. No se puede contar con ellas. Yo ya me harté de batir sonajas, calentar mamaderas y cambiar pañales. Ya basta de jugar a ser el viejo Humbert que persigue a su hermosa Lolita. Basta de endiosar a Nabokov por escribir ese libro. Basta de cantar ‘40 y 20’ como el borracho de José José. Basta de reír y aplaudir cuando el Tío Franchella se pone a babear por la Nena.

Como bien anuncia el titulo de esta entrega, mi segundo criterio de selección es LA EDAD. Me pregunto cuál será hoy la edad femenina más razonable para mí. ¿Qué mujer le conviene a un tipo de 30? ¿Una de 24, de 25, de 30? ¿O por qué no una mujer madura de 40 ó 45? Pequeño gran dilema. ¿Una fogosa niña sin parámetros o una majestuosa señora de las cuatro décadas? Les confieso que el asunto me marea un poco.

Claro, después del aniquilamiento sistemático que suscitó el incomprendido post anterior, supongo que ahora ustedes me saldrán con que “ay, Renato, qué patético eres, pero si la edad es lo de menos”, o “los años son solo una estadística”, o “madura, oye, que lo que importa es la edad mental” o “el auténtico amor no tiene edad, ya te darás cuentas cuando te toque”. Bah. Una vez más, infatigables y despiadados lectores, lamento no comparecer del todo ante sus respetables argumentos.

Para mí, desde luego que sí importa la edad. Cómo no va a importar. Lo único que tengo claro, en teoría, es que ya no quiero enamorarme de una chibola. Supongo, en todo caso, que busco una chica mayor, una mujer en todo el sentido de la palabra. Que sea adulta, independiente, que tenga sus propias inquietudes profesionales y proyectos de vida, que no se sienta un satélite que gira alrededor de mí, sino que funcione dentro de su propio ecosistema.

Hace un tiempo salí con una chica que tenía 29. Era magnífico. Vivía sola, era solvente, tenía auto, asumía las cosas con personalidad, sin titubeos, no se hacía paltas. Es decir, sabía lo que quería. Lo malo era que lo sabía demasiado. Entre otras cosas, sabía que quería tener hijos muy pronto y casarse.
Ahora que lo pienso, creo que fue precisamente eso lo que mató mi ilusión. Oír las palabras ‘hijos’ y ‘matrimonio’ mencionadas en una sola oración me provocó, lo recuerdo, un largo acceso de asma. Apenas entendí la descomunal indirecta, apenas sentí el evidente ‘corralito’ que empezaba a cercarme escapé de esa historia. Me asusté y huí despavorido, con la misma torpe velocidad con que un elefante huye cuando un ratón se le cruza en el camino y le muestra los dientes.

Como ven, tengo un zafarrancho, un evidente pan con mango alojado en por lo menos uno de los hemisferios de mi cerebro. No sé en qué rango de edades debo ubicarme con las mujeres. ¿Acaso debería ‘sentar cabeza’, centrarme, cambiar de registro y empeñarme en buscar una chica de mi edad, aunque eso signifique tolerar sus justificados deseos de convivir, ser madre y quizá casarse? ¿Debería hacer eso? ¿O debería dejarme arrastrar por mi saboteadora naturaleza y no renunciar al irresistible vértigo de esos huracanes con falda que son las niñas de 20?

Primero denme su opinión. Después, si quieren, sáquenme la mugre.

1 Comments:

At 12:39 p.m., Blogger Carmen Andrea said...

definitivamente uno de sus mejores posts aunq tambien esta el de ubicacion geografica importantisimo

 

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